Aumentan las presiones de financistas para conseguir una reestructuración liviana de la deuda. La clave es la sustentabilidad externa más que la fiscal
La alianza de acreedores contra el plan de quita de Alberto Fernández
Grandes fondos del exterior, corporaciones mediáticas, miembros del establishment local, analistas y economistas de la city conforman una liga que alza la voz del acreedor ante el gobierno de Alberto Fernández. Sin reducir fuerte la carga de intereses, no hay margen para que la economía crezca.
Por
Alfredo Zaiat
El default de la deuda argentina fue provocado por el gobierno de Mauricio Macri. No tener claro esa instancia o no precisar que el inmenso stock de bonos en dólares es impagable por el más fabuloso ciclo de endeudamiento 2016-2019, por intensidad y velocidad, hace más compleja la comprensión del actual momento económico.
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Los de los grandes fondos de inversión son los más sencillos de identificar. Compraron bonos en cantidad seducidos por una muy elevada tasa de interés, en algunas operaciones oscuras coordinadas por Luis Caputo, un miembro de su propia escudería con cargos clave en el gabinete de Macri. Ahora esos fondos quieren preservar e incrementar el saldo del capital para cubrirse ante sus clientes.
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Esos financistas pretenden ahora que la administración Fernández se haga cargo de sus malas decisiones financieras con una reestructuración liviana, y hasta con un pago inicial de 10 mil millones de dólares aportados por el FMI. Opción que ha sido alentada por el activo lobby acreedor pero que fue, con criterio prudencial, rápidamente descartada por el gobierno.
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La eventual renegociación no cerrará esta etapa crítica. Sería ingenuo pensar que no irrumpirán buitres o movidas de acreedores en tribunales de Nueva York, motivados por el antecedente del gobierno de Macri que pagó todo y más. Además la presencia del FMI en la economía argentina, siendo además uno de los principales acreedores externos, continuará siendo un potente factor perturbador.
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El derrumbe de las cotizaciones de los papeles de deuda les representó una pérdida financiera, y la próxima reestructuración también les significará, dependiendo de cómo se defina, una mayor o una menor carga negativa en el renglón financiero de sus respectivos ejercicios económicos.
Se despliega entonces una coincidencia objetiva entre miembros del establishment local y los grandes fondos acreedores en relación a cuestiones financieras. Pero también irrumpe la cuestión política, ideológica y de negocios que exacerba la presión al gobierno en alianza con financistas internacionales.
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Como se mencionó, la reestructuración de la deuda que se concrete en los próximos meses no implicará una solución definitiva a ese frágil frente de la economía.
Con recorte de capital, extensión de los plazos y período de gracia en el pago de intereses se ganará tiempo para rescatar la economía de la recesión macrista, pero la deuda igual seguirá siendo un potente condicionante. Además no se debería descartar probables buitres que se lanzarán sobre la deuda argentina.
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El reporte estima que la deuda en moneda extranjera suma 250 mil millones de dólares, de los cuales los compromisos en títulos públicos y con organismos internacionales totalizan 180 mil millones, a una tasa promedio ponderada de 5,2 por ciento anual. Esto implica que los intereses a pagar suman 9500 millones de dólares por año.
Calcula que, con el actual tipo de cambio real, el superávit comercial cambiario de este año sumaría 20 mil millones de dólares con un déficit de servicios de unos 4500 millones. El giro de utilidades al exterior y la compra de dólares, dentro del presente esquema de control de cambios, implicarían un saldo negativo de 3600 millones de dólares. Sin un flujo importante de inversión extranjera directa y con renovación de los vencimientos de capital de la deuda, el resultado neto sería una acumulación de reservas internacionales de unos 13 mil millones de dólares.
Con pagos de intereses de la deuda de 9500 millones de dólares, el saldo de esas reservas incrementadas (apenas 3500 millones) deja poco margen para una recuperación de la actividad económica y/o flexibilización del régimen de administración de divisas.
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Álvarez Agis presenta un ejercicio teórico con una quita del 15 por ciento en ambos conceptos, dando como resultado que el monto de intereses a pagar sumaría 6300 millones de dólares. Este cálculo dejaría un saldo de reservas de 6700 millones, recordando el escenario arriba detallado (acumulación de 13 mil millones antes del pago de intereses). No parece ser suficiente para empujar un ciclo de crecimiento sostenido con inclusión social.
Plantea otro escenario con una negociación más audaz,
con una quita de capital e intereses del 50 por ciento, para que el desembolso de intereses fuese de sólo 2300 millones de dólares por año. Es un esquema que brinda más posibilidades para rescatar en forma vigorosa a la economía de una prolongada recesión.
Con esos dos escenarios extremos, Álvarez Agis presenta las siguientes conclusiones:
1. De no reducirse la carga de intereses, no hay margen para que la economía crezca. Lo mismo vale para flexibilizaciones del esquema de control de cambios y el impuesto PAIS.
2. El acuerdo y el posterior programa macroeconómico (posiblemente, de la mano del FMI) deberá permitir retomar el acceso al mercado internacional de capitales. De no ser así, sería imposible financiar los vencimientos de capital una vez pasado el período de gracia y los años de reperfilamiento.
3. Adoptando una visión de mediano plazo, es necesario desarrollar nuevas fuentes de ingreso de divisas. De lo contrario, la restricción externa solo será “reperfilada”.
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