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Las provincias deberán pagar USD 4.000 millones de deuda en 2020 y varias ya piensan en reestructuraciones

Desde la salida del default en 2016, más que duplicaron sus pasivos en títulos públicos, aunque redujeron su endeudamiento con el gobierno nacional; el 90% de sus bonos está denominado en moneda extranjera

Por Martín Kanenguiser
16 de diciembre de 2019








Las provincias argentinas duplicaron su deuda en los últimos cuatro años y el año próximo deberán pagar vencimientos por USD 4000 millones de dólares.

En sintonía con el gobierno nacional, luego de la salida del default en 2016, las provincias tomaron créditos, aunque en un monto menor en términos proporcionales.

Debido a la caída de la recaudación en términos reales –y a un gasto público que no bajó- seguramente se sumarán a la reestructuración del gobierno nacional.

Si bien está lejos de los niveles de alto endeudamiento que alcanzaron en la década del 90, las provincias han registrado desde 2016 un aumento significativo luego dela salida del default

Según un informe elaborado por Elypsis, “las provincias argentinas más que duplicaron su deuda en títulos públicos en los últimos cuatro años, en particular en moneda extranjera, en consonancia con el proceso encabezado por el gobierno nacional”.

Con este crédito, muchas provincias pudieron realizar obra pública y, en muchos casos, financiar el gasto corriente.

Luego de que el gobierno de Mauricio Macri solucionara el problema con los bonistas privados, se generó un “combo” que no será fácil de administrar, dado que, antes que reducir el gasto, las provincias optaron por aumentar los impuestos.

Más aún, pese a que el pacto fiscal se firmó en 2017, apenas perdió Macri las elecciones de octubre, varias provincias pidieron abandonar el compromiso de reducir sus tributos.

La analista de Elypsis Lupe Pezzarini dijo que, “al igual que Nación, las provincias tiene aún un porcentaje de su deuda, muy bajo, que no entró en ningún canje”.


Sueldos y obras


En cuanto a su uso, Lazzarini dijo que, en la comparación de los últimos tres años, “los gastos de capital subieron más que los corrientes, pero la dinámica no fue pareja durante esos años; en 2017 los gastos de capital crecieron un 25% en términos reales y excepto cuatro, el resto de las provincias incrementó significativamente el gasto”. En 2018, el gasto de capital “se desplomó”.

El problema, claro está, se generó tras la devaluación de los últimos tres años, ya que “el servicio de la deuda incrementó considerablemente su peso en los presupuestos provinciales”, según la consultora que dirige Victoria Giarrizzo y que fundó Eduardo Levy Yeyati.

Por lo tanto, si bien parten de un piso bajo, Pezzarini explicó que “dado que la mayor proporción de deuda se encuentra denominada en dólares, la devaluación pegó de lleno en el nivel de endeudamiento”.

Ante esta situación, las provincias deberán “tomar recaudos para garantizar la sustentabilidad de su propia deuda y su compatibilidad con un proceso de desarrollo local, incluso si su monto es relativamente menor en comparación con la deuda nacional”, se aclaró en el informe.

Sobre todo, si se mantiene el proceso de devaluación cuando el nuevo gobierno acelere la emisión monetaria.

Si bien el stock de deuda equivale a USD 28.098 millones, solamente el 8% del total de la deuda pública nacional, desde 2015, desde 2015, el stock en títulos públicos más que se duplicó (al pasar de USD 9.737 millones a USD 20.802 millones); en tanto, se redujo a la mitad el pasivo con el Gobierno nacional (de USD 7271 millones a USD 3.739 millones).

El alerta amarillo es que, de los bonos y letras, el 90% está nominado en moneda extranjera. Y del total de las provincias, ocho tienen el 100% de sus bonos en dólares.

Catorce provincias abarcan el 99,5% de los títulos públicos subnacionales: Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Neuquén, Chubut, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Río Negro, Salta, La Rioja, Chaco, Jujuy y Tierra del Fuego.

La deuda escaló del 31% al 52% de los ingresos totales entre 2015 y 2018; y la carga de intereses pasó de 1,5% a 5,1% del gasto primario en el mismo período, por la mayor deuda en dólares y las devaluaciones recientes”, se explicó en el informe de Elypsis al que accedió Infobae.

En términos de vencimientos, las provincias deberán pagar USD 4.000 millones el año próximo y USD 4.100 millones en 2021. Del monto total, la provincia de Buenos Aires concentra el 68% de los vencimientos en 2020 y el 50% en 2021.

Además de la provincia de Buenos Aires, otras seis tienen “necesidades financieras elevadas en función de sus ingresos y deberán tomar medidas en relación a sus déficits primarios y sus vencimientos de deuda”.


El cronograma de pagos


En particular, salvo la provincia de Buenos Aires, el resto de las provincias enfrentan vencimientos por US$ 1256 millones en 2020; el mes más cargado es febrero con USD 165 millones de la ciudad de Buenos Aires, mientras que en el resto de los meses oscila entre USD 57 millones en abril y USD 126 millones en junio.

En un año en el que seguramente se repetirá la recesión, Elypsis cree que las provincias seguramente se “acoplarán” a la estrategia de reperfilamiento de la deuda del gobierno nacional.

“Sin embargo, dado que la mayoría de la deuda está emitida bajo jurisdicción extranjera, la disputa será mucho más compleja”, aclaró Lazzarini.

Así, aunque están lejos del peligroso nivel de endeudamiento que alcanzaron en la década del 90, la tendencia de los últimos años fue alcista. Habrá que ver si, hasta que se reabran los mercados voluntarios, las provincias también deberán “vivir con lo nuestro”.

Las provincias deberán pagar USD 4.000 millones de deuda en 2020 y varias ya piensan en reestructuraciones
 
Fuerte elogio al ministro Martín Guzmán en las páginas del Financial Times

Rana Foroohar, editora de negocios de la influyente publicación británica, dice que su sólida formación académica y matemática no le hizo olvidar al ministro sus principios morales y que su eventual éxito en la negociación de la deuda hasta podría cambiar la teoría económica.

15 de diciembre de 2019






El ministro de Economía, Martín Guzmán, recibió ayer un fuerte respaldo en las páginas del Financial Times, una de las más influyentes del mundo de los negocios y las finanzas globales.

En una columna de opinión, Rana Foroohar, editora y columnista de negocios de la publicación británica, dice que el ministro de Economía argentino "muestra un mejor modo de tratar las crisis de deuda” y que su sólida formación académica no le ha hecho olvidar sus principios morales.

“Lo que tiene Martín -cita la autora al mentor de Guzmán en la Universidad de Columbia, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz- es que es buenísimo con los modelos matemáticos, pero también está interesado en cambiar las cosas en el mundo real”.

Foroohar, autora de un libro sobre Silicon Valley y también analista global de CNN, celebra que el ministro argentino no esté entre los economistas para los que las crisis de deuda se solucionan recortando el gasto. Como contraejemplo, cita el caso de Grecia, cuyos esfuerzos en ese sentido -alentados por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea- resultaron en una caída de 25% del PBI griego.

“La designación de Martín Guzmán como nuevo ministro de Economía de la Argentina y la subsecuente estabilización del precio de los bonos argentinos y del peso marcan un punto de inflexión de la sabiduría convencional acerca de cómo arreglar países en dificultades”, dice en un pasaje. Mejor aún, agrega, "marca también otro paso en el más importante viraje económico de nuestros tiempos: el paso de una era de acumulación de riqueza, que comenzó en los 80s, a una de distribución de riqueza”.

La propia Foroohar señala que “a primera vista” el optimismo inicial de los mercados “no tiene sentido”, pues Guzmán es partidario de una posición más dura hacia los acreedores. Pero el ahora ministro argentino ha argumentado que la mayoría de las reestructuraciones de deuda pecaron por tímidas y tardías y fueron seguidas de nuevas reestructuraciones entre tres y siete años más tarde.


Contra las superganancias


Si Guzmán tiene éxito en aplicar a la Argentina sus principios -dice el texto- será más difícil para acreedores como Paul Singer conseguir ganancias de 1.270 % especulando con la deuda de países sobreendeudados, como hizo en 2016 al cabo de una batalla legal de 14 años contra la Argentina (Singer es un acreedor “buitre”, especializado en litigios, que llegó a ser el primer contribuyente particular de la campaña electoral que llevó a la presidencia a George Bush Jr).

Foroohar hasta se entusiasma con los efectos de un potencial éxito de Guzmán sobre la teoría económica, en la medida que serviría para desacreditar la “sabiduría convencional del neoliberalismo, que “en los últimos 40 años ha asumido una suerte de perfección de mercado que nunca existió”. Por el contrario, dice, las crisis de deuda son complicadas y asumir una narrativa simplista de que el mejor modo de tratar con naciones “derrochonas” es ajustarles el crédito, lleva a decisiones que empobrecen a todos.

Obviamente, dice la nota, países altamente endeudados como la Argentina no pueden tener todo lo que quieren, pero tampoco los acreedores. Al respecto, destaca que actualmente el stock de deuda global es mayor a la que había cuando estalló la crisis de 2008 y que los gobiernos están más comprometidos. “Ayudarlos a encontrar una mejor manera de pagar está en el interés de todos”.

Fuerte elogio al ministro Martín Guzmán en las páginas del Financial Times
 
Postergación del pago de intereses de la deuda pública, aumento de retenciones, más impuestos y crecimiento de la actividad económica

¿De dónde saldrá la plata para encender los motores de la economía?


El ministro de Economía, Martín Guzmán, adelantó que no habrá ni expansión fiscal ni monetaria desmedidas para impulsar la economía. Con resistencias, el círculo rojo apoyará inicialmente porque está desesperado para recomponer su tasa de rentabilidad y recuperar el valor patrimonial de sus empresas.

Por Alfredo Zaiat






El ministro de Economía dijo que quiere tener una relación constructiva con los acreedores, que pretende definir un horizonte con superávit fiscal primario, que presentará un programa macroeconómico integral y consistente en términos fiscales y monetarios y que atenderá los múltiples desequilibrios para ordenar la economía. Estos postulados deberían ser la mejor música para que escuche la grey de la ortodoxia. Pero la inmediata reacción de los miembros de esa secta no tuvo el pudor del silencio luego de otro estrepitoso fracaso neoliberal.

Inexperto, pasante y académico que no conoce la función pública fue la furia arrojada sobre Martín Guzmán, además de criticarlo porque no hizo anuncios. ¿Qué les molestó de la presentación? ¿Por qué esa irritación que no demostraron con el grupo de economistas que asaltó espacios del Estado durante el macrismo para desplegar una gestión desastrosa?

La diferente recepción a Guzmán, a quien no le concedieron ni el mínimo margen de duda, contrasta con la posición servil que tuvieron con el albacea de la fortuna de Amalita Lacroze de Fortabat, Alfonso Prat-Gay, con el ultraortodoxo desconectado de la realidad Federico Sturzenegger, con el mesadinerista y especialista en negocios financieros para amigos Luis Caputo, con el columnista de TN y uno de los peores ministro de Economía de la historia argentina Nicolás Dujovne, con el destructor de la actividad productiva con tasas de interés delirantes por lo elevadas Guido Sandleris, y con el resto de economistas macristas que no se cansó de hacer gala de la soberbia de la ignorancia.


Orientación


La reacción patética de cuestionar a Guzmán, a las pocas horas de un nuevo gobierno y equipo económico, se explica en lo preciso que fue el titular de Hacienda en definir cuál será el rumbo de la economía: superar el virtual default, iniciar un proceso de desinflación, frenar la caída de la economía para poder así comenzar la recuperación, y que ésta sea de abajo para arriba, mejorar con un ingreso extraordinario la capacidad de compra de jubilados, priorizar la cuestión social de los sectores más postergados, y que todo esto lo quiere realizar sin aplicar un ajuste.

Es un cambio radical de orientación en la administración de la economía, a contramano de los postulados del fracaso que economistas y analistas conservadores siguen difundiendo con impactante impunidad. Alberto Fernández, en el discurso ante la Asamblea Legislativa, y Guzmán, en la primera conferencia de prensa, dejaron en evidencia el desastre económico, social y laboral que entregó el gobierno de Macri.

Resulta muy meritoria y necesaria la invitación de Alberto Fernández a superar enfrentamientos, que en los últimos años se han resignificado en el concepto grieta. Pero una cosa es intentar cortar el negocio mediático de "la grieta", que alimenta un resentimiento global y provoca una densidad social muy perturbadora de la convivencia democrática, y otra cosa es convalidar la desvergüenza de grupos sociales e intelectuales responsable de dejar tierra arrasada. Y, como si no existiera el pasado reciente, ellos se erigen inmediatamente en fiscales maquillados de neutralidad para cuestionar cualquier iniciativa en materia económica del nuevo gobierno.

La reacción destemplada de miembros de la ortodoxia a la presentación pública de Guzmán fue la prueba de que el discípulo del premio Nobel Joseph Stiglitz ha comenzado a transitar el sendero correcto para rescatar de la pesadilla neoliberal a la que fue arrojada la economía.


Debate


Con la propuesta no inmediata de conseguir un superávit fiscal primario, Guzmán realizó una provocación con dos destinos. Uno dirigido hacia los ortodoxos, que quedaron descolocados porque un miembro de la heterodoxia expuso la necesidad de un saldo positivo de las cuentas públicas; y el otro fue enviado hacia los heterodoxos, corriente de pensamiento que vincula superávit con ajuste recesivo.

La obsesión ortodoxa por el superávit fiscal está asociado con medidas de achicamiento del Estado, reducción del gasto público, despidos masivos de empleados estatales y baja de impuestos. Se trata de la receta del ajuste tradicional, que el mundo conservador está repitiendo sin pausa desde hace décadas. Pero cuando es propuesto por un miembro de la heterodoxia, los ortodoxos se ponen en guardia rápidamente porque apuntan a que el saldo positivo de las cuentas no se conseguirá con la racionalización de la estructura estatal y con alivio impositivo, sino con aumentos de impuestos, y además aplicados sobre los sectores de mayor capacidad contributiva.

El desafío es interpretar qué implica superávit fiscal primario en el plan de Guzmán. La primera y más obvia lectura es que se trata de un mensaje dirigido hacia el sistema financiero, local e internacional, y, especialmente, hacia los acreedores privados. Como la propuesta de reestructuración implicará necesariamente una pérdida financiera para ellos, Guzmán quiere, en una negociación constructiva y no confrontativa, seducirlos de esa manera. Les promete que, después de aceptar no cobrar por dos o tres años capital e intereses y de redefinir las condiciones de pago de los bonos para el resto de los siguientes años, habrá un excedente en las cuentas públicas como garantía de sustentabilidad de la deuda.

La herejía para la heterodoxia de Guzmán no parece que sea sólo una carta a jugar en la mesa de negociación con los acreedores privados y en la próxima discusión de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. En línea con la estrategia que tuvo Néstor Kirchner, el superávit fiscal viene a brindar fortaleza política para recuperar la economía de una extensa y profunda recesión y ampliar los estrechos márgenes de autonomía del programa económico, en un escenario cercado por los poderes fácticos.

El actual contexto económico local y el inestable marco regional y mundial son diferentes al de 2003. El superávit fiscal, con esencia heterodoxa, tendría las siguientes motivaciones:

1. Fortalecer al Gobierno en la negociación con los acreedores.

2. Tener una posición más firme en el frente fiscal para disuadir intentos de desestabilización económica desde el frente cambiario.

3. Arrebatar una de las principales banderas del mundo económico conservador, utilizada para debilitar los proyectos económicos de desarrollo nacional.



Fuentes


Para evitar confusiones, proponer un superávit fiscal en un determinado periodo es una medida esencialmente política, no sólo económica. Es una herramienta de disputa en el terreno de la política, con diferentes factores de poder interviniendo. En términos económicos, existen abundantes estudios académicos, además de evidencia empírica, que muestran que el dogma de la ortodoxia con el superávit fiscal es un desatino.

Tener superávit fiscal no evitará una corrida cambiaria, puesto que la fuga hacia el dólar puede ocurrir con déficit como con saldo fiscal positivo. No existe una vinculación comprobable entre el nivel del déficit fiscal y la frecuencia de corridas. El superávit fiscal entonces sería un transitorio instrumento de disputa política en el escenario económico.

Aclarado ese marco político-económico conceptual, más que discutir cuánto es el saldo de las cuentas públicas, la clave es identificar cómo se conseguirá el superávit. Esto implica definir si el resultado positivo se obtendrá con un ajuste tradicional o, por el contrario, se alcanzará con una mejora sustancial de ingresos tributarios provenientes de sectores con mayor capacidad contributiva.

Esta última fuente adquiere mayor volumen cuando la economía se precipita en un ciclo de crecimiento sostenido, lo que reportará un aumento progresivo de la recaudación de impuestos. Se trataría de ese modo de un superávit fiscal virtuoso, alejado del vicioso del ajuste con desenlace en recesión.

Este tipo de superávit fiscal con sello heterodoxo debería ser acotado en el tiempo, hasta la recuperación y consolidación de las funciones básicas del Estado arrolladas por el macrismo, por una razón sencilla: todo superávit del sector público equivale a un déficit del sector privado, y viceversa. Esta es una identidad contable elemental.


Regla básica


Por eso es un desvarío de la ortodoxia el postulado de un superávit fiscal como norma general, porque así se está proponiendo el déficit y, por lo tanto, el mayor endeudamiento del sector privado también como regla permanente.

Esta última situación no es ni deseable ni real en la mayoría de las economías; más bien los superávits fiscal son excepcionales. El Estado tiene la potestad de emitir moneda y exceptuando ciclos muy breves, gasta más de lo que recauda. Las estadísticas mundiales de los presupuestos nacionales son contundentes en ese sentido: The World Factbook, una publicación de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, detalló que de los presupuestos nacionales 2017 de 184 países, sólo 22 tenían anotados superávit (entre ellos, Alemania, Corea del Sur, Países Bajos, Suecia, Suiza, Noruega, Taiwán, Nueva Zelanda). No hay información de cuál fue el resultado final de esos presupuestos, siendo lo más probable de que varios de ellos no hayan podido alcanzar un resultado positivo.

La regla básica, a contramano del discurso dominante, es que el déficit fiscal es la norma y el superávit, la excepción.

Para el caso argentino, en virtual default y después de cuatro años de neoliberalismo que dejó tierra arrasada, el superávit fiscal durante un ciclo corto, ya lanzada la recuperación de la economía y con fuentes impositivas progresivas, se presenta como una opción política luego de otra reestructuración de la deuda.

Guzmán adelantó que en 2020 no existe espacio para un ajuste fiscal, pero tampoco para una expansión ni del gasto público ni de la emisión monetaria. El interrogante inmediato es ¿de dónde saldrán la plata para encender los motores de la economía, como prometió Fernández? La respuesta: de los fondos que quedarán liberados de la postergación del pago de intereses de la deuda. Por eso es tan relevante, como urgente, la negociación con acreedores privados.

David Cufré publicó el jueves pasado en este diario que en el presupuesto 2020, diseñado por el gobierno de Macri, se proyectaban pagos de deuda pública por 1,2 billones de pesos, equivalente al 19,3 por ciento del total del gasto público. Con la propuesta de Guzmán, ese dinero no irá a manos de bancos, fondos de inversión y poseedores individuales de bonos argentinos, sino que se redistribuirá en otras partidas del gasto público, lo que será un potente factor de estímulo de la demanda.

Como la situación fiscal es apremiante y la posibilidad de la expansión monetaria limitada, más aún cuando días antes de la retirada del macrismo el Banco Central fue un festival de emisión, la reestructuración de la deuda pasó a ser clave en la estrategia de Fernández para retomar el sendero del crecimiento .

La liberación de recursos destinados a pagar deuda será una de las principales fuentes para alimentar la demanda y, como se sabe, encender los motores de la economía. Habrá otras dos fuentes de dinero.

Una, el alza de impuestos, como Bienes Personales y el cargo por compras en el exterior con tarjetas, y la suba de las alícuotas de los Derechos de Exportación. La otra, el incremento de la recaudación impositiva por crecimiento económico. Esta última se originará en el círculo virtuoso de la expansión de la demanda, que los planes de ajuste interrumpen para arrojar a la economía al círculo vicioso del achicamiento y, por lo tanto, de la merma de los ingresos tributarios.

La política fiscal expansiva entonces tendrá sus pilares en los recursos provenientes de la postergación en el pago de intereses de la deuda, de más impuestos y de más recaudación por el incremento de la actividad.


Círculo rojo


Para disponer de más recursos el gobierno de Alberto Fernández apunta en tres direcciones: la reestructuración de la deuda afectando los intereses del mundo de las finanzas; el aumento de impuestos alcanzando a grupos sociales acomodados; y el alza de las retenciones involucrando al sector agropecuario. La previsible resistencia, como la que ya expresan dirigentes de la Mesa de Enlace o las quejas de miembros de las clases media y alta, quedará probablemente neutralizada por la ansiedad que tiene el denominado círculo rojo para frenar la caída de la economía.

Del mismo modo que en la crisis 2001-2002, el mundo empresario y financiero está apremiado por recuperar la tasa de rentabilidad y el valor patrimonial de sus activos. La economía macrista fue fulminante para sus negocios y capital en estos dos últimos años de recesión y derrumbe de las cotizaciones de acciones y bonos.

Las quejas por las retenciones, la quita en la deuda pública, más impuestos y doble indemnización serán las predecibles y no habría que esperar otra cosa. Pero, a la vez, esos mismos empresarios y financistas están ansiosos para que la economía reinicie un ciclo de crecimiento para mejorar la ecuación económica-financiera de sus negocios. Y saben, por la experiencia del 2002 y, fundamentalmente, a partir del periodo político iniciado en 2003, que esas medidas son imprescindibles para que la economía frene la caída y comience a crecer y, de ese modo, volver a ganar dinero y a recuperar el valor de sus empresas.


azaiat@pagina12.com.ar" style="">azaiat@pagina12.com.ar

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La soluzione "semplice" (vedasi mio post sopra a Ficodindia)) esplicitata dal giornale peronista.
 
Definiciones del presidente del Banco Central

Pesce: "Podemos pensar en una inflación de un dígito para finales de 2021"


"Cuando se utiliza la emisión monetaria para financiar al Estado hay que ser muy cuidadoso. Debe hacerse solo en situaciones excepcionales y con mucho cuidado", remarcó.




El flamante presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, declaró este domingo que el objetivo es bajar la inflación a un dígito para finales de 2021, al tiempo que destacó la importancia de alcanzar superávit comercial y fiscal y acumulación de reservas "como instrumentos de consolidación macroeconómica". "Podemos pensar en una inflación de un dígito para finales de 2021", sostuvo Pesce.

El funcionario resaltó que el presidente Alberto Fernández "planteó el superávit fiscal, el externo y la acumulación de reservas como instrumentos de consolidación macroeconómica. Sería una muy buena señal de consolidación". Luego agregó que "necesitamos incrementar nuestras exportaciones para poder tener un saldo de balanza comercial que nos permita atender el déficit en servicios. Siempre fuimos deficitarios en el rubro servicios de la balanza de pago, los servicios de deuda y eventualmente en la formación de activos externos".

"Hay mucha esperanza con respecto a lo que va a ocurrir con la exportación de hidrocarburos: petróleo más en el corto plazo; gas, en el largo. Algo que tiene su foco en Vaca Muerta, pero que no es solo ese yacimiento. Si sucede lo que vaticinan las empresas del sector, estaríamos hablando de duplicar las exportaciones de hidrocarburos, y sería ya una cifra interesante de exportación", sostuvo en declaraciones al diario Perfil.

Consultado sobre los adelantos transitorios que el Central podría entregar al Tesoro a lo largo de 2020, dijo que "serán los necesarios para el desempeño del Estado, que se concentrará también en mejorar los niveles de ingreso de la base de la pirámide, lo que alude a aumentos en jubilaciones, la asignación universal por hijo, al proyecto de una tarjeta alimentaria para los sectores más desprotegidos".

"Esperamos que sean los menos posibles pero los necesarios para poder atender las necesidades del Estado y los requerimientos sociales urgentes", subrayó.

El economista -que se desempeñó como vicepresidente de la entidad entre 2004 y 2014- agregó que "no bien se termine la reestructuración de deuda y de definir la cuestión de los planes sociales, vamos a poder ver cuáles son las necesidades con que tiene que asistir el Banco Central al Tesoro. Esperamos que sean las menos posibles, y que estén ajustadas al aumento de la demanda de dinero".

Sobre la gestión anterior, analizó que "pusieron el foco en combatir la inflación a través de instrumentos monetarios, de mantener la base monetaria inalterada y una tasa de interés superlativa, extraordinariamente alta en términos reales. Esto fracasó. Vamos a terminar este año con una de las inflaciones más altas de las últimas décadas".

"El gobierno anterior cometió dos errores: el primero fue creer que era fácil bajar la inflación. El segundo fue suponer que sobraban dólares. Ante procesos así, sostenidos, aparece la inercia inflacionaria y se requiere muchísimo tiempo y muchísima recesión para poder bajar la inflación inercial con tasa de interés u otros instrumentos monetarios", resaltó.

Pesce se refirió a las Leliq: "En la medida en que empieza a expandirse el crédito y de pases contra el Banco Central, el stock de Leliq va a ir bajando. Esperemos que esto vaya sucediendo el año que viene". Señaló que "si bajan las Leliq, va a haber expansión secundaria del dinero por el aumento del crédito, que hoy está constreñido por esa esterilización. Acá hay un problema de demanda de dinero".

"Con una inflación mucho más moderada que la de este año va a aumentar la cantidad de dinero, especialmente si aumenta el consumo de los sectores de más bajos ingresos. Eso va a demandar cierta monetización que puede ser cubierta con lo que se financia del sector público y la expansión por sector externo", expresó. "Pero cuando se utiliza la emisión monetaria para financiar al Estado hay que ser muy cuidadoso. Debe hacerse solo en situaciones excepcionales y con mucho cuidado", concluyó.

Pesce: "Podemos pensar en una inflación de un dígito para finales de 2021" | Definiciones del presidente del Banco Central

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Idee chiare per Pesce, ci si augura abbia ragione.
 
Las retenciones y la postergación de intereses otorgarían ingresos fiscales por $735.000 M

La suba de alícuotas permitirá inyectar $250.000 M para la reactivación

Por Mariano Cuparo Orti
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El aumento en las retenciones a las exportaciones anunciadas por el Gobierno, otro en bienes personales y una buena renegociación que postergue los intereses de la deuda externa liberaría recursos por $735.000 millones en 2020
.
Esa generación de ingresos facilitaría a una política fiscal que busque la recuperación del consumo y por ende de la actividad económica.

El cálculo pertenece al director del CEPA, Hernán Letcher, quien ante la consulta de BAE Negocios detalló: "Creo que el Gobierno piensa reactivar liberando recursos a partir de tres variables: liberar intereses de deuda, una suba de bienes personales y otra de las retenciones. Por medio de las retenciones, para 2020, se puede estar hablando de $250.000 millones; de bienes personales otros $85.000 millones. Lo que liberen los intereses depende de la renegociación que se haga, pero puede totalizar $400.000 millones".

Y completó con una referencia: "Un aumento extra y generalizado de las jubilaciones de 20% implicaría una inyección de $250.000 millones al consumo. Eso quiere decir que con $735.000 millones se puede hacer bastante. De esa forma, el Gobierno no haría ajuste, no tendría que emitir como principal fuente de financiamiento y aumentaría los recursos".

Ahí el quid de la cuestión. En su primera conferencia de prensa, el ministro de Economía, Martín Guzmán, dejó algunas dudas. Si bien desde hace años sus declaraciones apuntaban a que el gasto público y la emisión, ya en el cargo señaló que no hay margen para una política fiscal expansiva ni para imprimir billetes que la financien. La prioridad en la estabilización generó buenas reacciones en la ortodoxia y algunas preguntas en la heterodoxia.

La coyuntura es compleja. Guzmán encabezará la renegociación de la deuda externa. Los acreedores con los que se sentará son, en general, ortodoxos y suelen reclamar ajuste fiscal. Y el consenso tanto en el Gobierno como entre los analistas es que una negociación exitosa será la clave inicial para todos los siguientes pasos de la gestión.
Entre los anuncios próximos que dejó entrever Guzmán se destaca una nueva modificación de la fórmula jubilatoria. Si ese cambio implica un ajuste fiscal, o una mejora para sus beneficiarios, dependerá de las intenciones de la política fiscal. Y se expresará en la letra chica del proyecto.

Y es que si en 2020 la inflación desacelera, un cambio que vuelva a la fórmula pre-2017 implicará la posibilidad de que las jubilaciones pierdan en términos reales. De ahí que todo dependa de si Guzmán prioriza la estabilización del rojo primario o la reactivación. Hay discusión al respecto.

El director socio de Consultora Ledesma, Gabriel Caamaño Gómez, coincidió en que Guzmán buscará el equilibrio fiscal por la vía de una suba impositiva. Pero destacó que su primera aparición dio señales ortodoxas. Y agregó: "Habló de cambio de fórmula para que no haya mejora real en las jubilaciones en 2020. Eso hará que el 60% del gasto primario, en un escenario de PBI cayendo, crezca menos que el producto en términos reales".

Letcher coincidió en que una vuelta a la vieja fórmula podría implicar una caída en las jubilaciones durante 2020, lo que dependerá de la letra chica y, en última instancia, de si la intención es reactivar. Señaló que, desde su punto de vista, la modificación buscará mejorar los haberes en términos reales, para inyectar consumo y provocar una mejora en la actividad productiva, lo que se lograría con $735.000 millones extra. "Eso se puede lograr con una cláusula que diga que se exceptúa cualquier caso en el que la fórmula precedente resulte más progresiva", agregó.

Las retenciones y la postergación de intereses otorgarían ingresos fiscales por $735.000 M
 

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